La IA presume de su trabajo automatizado, liberándonos de tareas ingratas. La realidad es muy distinta. Entre 150 y 450 millones de personas, o entre el 4,4 % y el 12,5 % de la fuerza laboral mundial, trabajan a diario para enseñar a las IA a no producir respuestas moralmente inaceptables ni a corregir errores.
Este trabajo se paga por tarea, a menudo en países del Sur, y por lo tanto está muy mal pagado. Por ejemplo, las redes sociales censuran imágenes moralmente inaceptables (violación, asesinato, pedofilia, etc.). Para construir algoritmos capaces de reconocer dichas imágenes, debemos recurrir a los humanos. Los países pobres se convierten entonces en un vertedero para la IA, pidiéndoles que realicen tareas inaceptables en el mundo occidental.
La situación más característica es la de estos empleados en Kenia expuestos 8 horas diarias a este tipo de imágenes o textos insoportables por 2 dólares al día. A otros se les encarga usar el ratón para indicar la ubicación de peatones, vehículos y semáforos en miles de imágenes para "enseñar" a los algoritmos de los futuros coches autónomos a conducir sin asistencia humana... por 0,01 euros por imagen procesada en Madagascar, por ejemplo. En Finlandia, los presos realizan esta tarea.
La IA también implica la explotación de minerales estratégicos como el litio, el cobre, el zinc, el oro y el cobalto en países como Zimbabue, la República Democrática del Congo, Zambia, Sudáfrica, Bolivia, Chile y Argentina. Las condiciones laborales se encuentran entre las peores: trabajos agotadores y con alta probabilidad de accidentes, realizados por adultos y niños, con riesgos muy significativos para la salud del medio ambiente. En la República Democrática del Congo, al menos 40.000 niños (algunos de tan solo 4 años) trabajan 14 horas al día en condiciones precarias por un salario irrisorio.
La inteligencia artificial es, por lo tanto, ante todo, trabajo humano, y la fantasía de automatizarlo todo se derrumba rápidamente: Amazon intentó reemplazar a los cajeros con cámaras; para menos de 200 tiendas, se necesitaron mil trabajadores indios para garantizar la fiabilidad. Los coches autónomos requieren supervisión humana remota, estimada en 1,5 humanos por vehículo autónomo.
En resumen, la IA es la explotación de cientos de millones de personas, incluidos 1,5 millones en los almacenes logísticos de Amazon. Para explotar, debe prohibirse toda disidencia. Dentro de las empresas de IA, como en muchos otros sectores, existe represión contra cualquier sindicalización. Amazon, por ejemplo, decidió cerrar todos sus almacenes en Quebec (enero de 2025) ante la amenaza de sindicalización. Otras empresas tecnológicas no se quedan atrás, ya que la sindicalización está prácticamente prohibida allí. Detrás de la IA, hay empresas muy capitalistas con toda la brutalidad que conlleva.
Fuente: OCL
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