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14 noviembre 2024

Soledad Gustavo y su ideal anarquista

La fundamental escritora y periodista Soledad Gustavo publicó un breve artículo en el Almanaque de La Revista Blanca del año 1903 donde reflexionaba sobre el sentido revolucionario de los anarquistas, “alfa y omega” de la revolución, y que queremos comentar en este breve apunte, en estos tiempos en los que estamos tan interesados por el concepto de revolución.

Los anarquistas tenían que trabajar en las conciencias.

Para nuestra protagonista era cierta la premisa de que cada cual llevaba dentro de uno mismo un anarquista porque hasta la persona más inofensiva se rebelaba contra la mejor injusticia y desobedecía las leyes que generaban obstáculos, y hasta se revolvía contra los causantes de un daño o agravio, tuvieran autoridad o no. Hasta los “amantes cristianos” más morales, y hasta según el concepto que establecía la Iglesia Católica, y más respetuosos con todo tipo de preceptos, lo burlaban todo si se ponían trabas a la satisfacción de sus esperanzas y deseos.

De todo eso se deducía que el hombre, por muy reaccionario que fuese, aceptaba solamente, en principio, la tutela que le sujetaba, antes por la fuerza y después por el atavismo.

El amor, las ilusiones, las dichas, los “horizontes infinitos del pensamiento” nada serían sin la esperanza que hacía que la humanidad pudiera alcanzar un día la formación de una sociedad en la que todos los seres fueran felices por ser libres y sanos.

Así pues, Soledad Gustavo, exponía que, en realidad, los anarquistas no pretendían nada imposible cuando anunciaban que aspiraban a transformar la sociedad. Era como seguir el curso natural, como el de las aguas de un río que avanzan hacia la desembocadura. Los anarquistas tenían que trabajar en las conciencias. El amor, las ilusiones, las dichas, los “horizontes infinitos del pensamiento” nada serían sin la esperanza que hacía que la humanidad pudiera alcanzar un día la formación de una sociedad en la que todos los seres fueran felices por ser libres, sanos y porque vivieran conforme a lo que su naturaleza les exigiese. Ese era, en conclusión, el trabajo de los anarquistas, los representantes del “alfa y omega” de la revolución.

Fuente: Eduardo Mantagut (Tribuna)

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