El origen del Estado moderno nace de la triple alianza, finalmente constituida, del jefe militar, del juez romano y del sacerdote. Koprotkin
El principal centro de los ataques del anarquismo es el
Estado porque éste representa la máxima concentración del poder. La sociedad
está dividida esencialmente por obra del Estado; los hombres se encuentran
alienados y no pueden vivir una vida plenamente humana gracias, ante todo, a
tal concentración de poder.
La existencia del poder es algo natural en la sociedad: cada
individuo y cada grupo natural dispone de un poder más o menos grande, según
sus disposiciones físicas e intelectuales. Tales diferencias no son nunca, por
si mismas, demasiado notables. En términos generales puede decirse que la vida
social tiende a hacerlas equivalentes. En ningún caso el exceso de poder del
que naturalmente dispone el individuo o un grupo natural basta para establecer
un dominio sobre la sociedad y sobre los demás hombres considerados en su
conjunto.
Sin embargo, por causas diferentes, y no siempre claramente
comprendidas, el poder de los individuos y de los grupos comienza a reunirse y
a concentrase en unas pocas manos. El fenómeno básico que da origen a tal concentración
puede describirse como una delegación (que pronto se convierte en cesión
definitiva) de los poderes de los individuos y de los grupos naturales
(comunidades locales, gremios, guildas, confraternidades, etc.). En términos éticos
cabría describir tal cesión como una actitud de fundamental pereza o cobardía.
Desde el punto de vista social debe explicarse así: los hombres (individuos y
grupos) ceden a determinados individuos el derecho de defenderse y de usar su
energía física, a cambio de ser eximidos del deber de hacerlo. Nace así el poder
militar. Ceden también el derecho de pensar, de usar su capacidad intelectual,
de forjar su concepción de la realidad y su escala de valores, a cambio de ser
relevados de la pesada obligación y del duro deber de hacerlo. Guerreros y
sacerdotes exigen al mismo tiempo una participación de los bienes económicos y,
ante todo, de la tierra. Y para hacer respetar los derechos que se les han
cedido y las propiedades que ipso facto han adquirido, instituyen el Estado y
la Ley, y eligen de su propio seno al gobernante o los gobernantes.
Nace así, junto con las clases sociales y la propiedad privada, el Estado, que es síntesis, cifra y garantía de todo poder y de todo privilegio.
Lejos de ser, pues, una entidad universal, imparcial, anónima, el Estado es la expresión máxima de los intereses de ciertos individuos y de ciertas clases. Lejos de ser la más perfecta encarnación del Espíritu, es la negación misma de todo Espíritu, pues nace de la cobardía y se nutre de los más mezquinos intereses.
Angel Cappelletti (La ideología anarquista)
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