Con sólo once años, Noam Chomsky seguía con pasión la Guerra Civil española. En especial, los acontecimientos en Cataluña, donde en julio de 1936 se había aplastado el levantamiento militar y estalló una revolución abanderada por la CNT, la FAI y el movimiento libertario. A sus 93 años, el lingüista sigue siendo uno de los referentes de la intelectualidad de izquierdas y la editorial Capitán Swing acaba de publicar Sobre el anarquismo, un conjunto de ensayos de Chomsky que permiten conocer su vínculo con la historia cenetista.
El volumen incluye una entrevista de hace años hecha por Harry Kreisler, un historiador de la Universidad de Berkeley, en la que Chomsky da muchos detalles de sus orígenes. Explica la identidad judía y cómo él, nacido en Filadelfia, se formó junto a un tío suyo que regentaba un quiosco en Nueva York por donde pasaban muchos emigrados y que se convirtió en una escuela callejera por él. El primer escrito de Chomsky fue precisamente sobre la caída de Barcelona en manos franquistas, en enero de 1939.
En el libro hay un texto titulado El caso español, donde el lingüista realiza una crítica de buena parte de la historiografía sobre la Guerra Civil española. Se muestra duro con todo un clásico como Gabriel Jackson, autor de una de las obras canónicas sobre la República y la guerra. Jackson, un demócrata liberal, no esconde sus simpatías por Manuel Azaña y ataca al movimiento anarquista por su radicalismo. Chomsky, en cambio, sale en defensa de la CNT y la FAI y elogia cómo en unos meses, Cataluña experimentó una transformación revolucionaria, subrayando el éxito de las colectivizaciones.
Califica el gobierno de Lluís Companys de "burgués" y carga duramente contra el papel jugado por el PCE y el PSUC, a quienes considera "contrarrevolucionarios", en línea con los intereses de la Unión Soviética. El pensador norteamericano niega la tesis de que el extremismo del anarcosindicalismo fuera una de las causas de la derrota de la República y apunta más bien a la pérdida de impulso revolucionario como causa del desánimo entre la población.
Chomsky defiende en el libro la vigencia del anarquismo, que entiende sobre todo como una ideología opuesta al autoritarismo y a todo poder establecido fuera de control. En el ideario del lingüista no hay sitio para ninguna simpatía hacia el comunismo ortodoxo, la Unión Soviética o los regímenes del llamado socialismo real. El rechazo hacia el capitalismo ultraliberal nunca le ha hecho simpatizar con los sistemas de raíz estalinista.
Es muy posible que en el fondo del pensamiento de Chomsky exista mucho de un liberalismo de izquierdas radical, hostil a todo tipo de dirigismo y centralización del poder. Su anarquismo es vigilante ya la vez pragmático, lo que le ha llevado a considerar un mal menor la opción por Joe Biden frente a lo que ve como una amenaza protofascista en su país. Como buena parte de los pensadores anarquistas, para él la libertad es uno de los grandes valores que no deben dejarse a la derecha.
Fuente: Pep Martí (Nación digital)
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