Disculpas de entrada, estimada persona lectora, porque este asunto de las Pensiones se está volviendo informativamente “pandémico”, aunque, por otra parte, ya iba siendo hora de que se hablara de otros asuntos relacionados con el diario vivir de las personas, además del virus, contagios, confinamientos, perimetraciones…
Después de lo ya escrito, y de lo que queda por escribirse sobre las Pensiones, más de una persona se preguntará ¿a qué viene este texto? Y la respuesta es que mirando “resolver la sostenibilidad de las Pensiones” se está destrozando el futuro de toda la juventud de este país. Las implicaciones del aumento de la edad de jubilación hacen imposible las expectativas de encontrar empleo de millones de jóvenes. Este aspecto está ausente de las declaraciones de quienes se autodenominan “responsables” políticos y que están dándole vueltas al dichoso “Pacto de Toledo”, para timar una vez más a la dócil ciudadanía electoral.
Cuando se mira sólo en la forma de mantener el Sistema de Pensiones, tema urgente, se acaba por no mirar en lo importante. Y se aconseja precisamente que “nunca lo urgente evite atender lo importante”. Y es que, quienes van a decidir por toda la ciudadanía imponiendo una nueva ley que aumente la edad de la jubilación obligatoria, no se cortan ni un pelo. Primero porque no cuestionan el actual sistema, basado en premisas decimonónicas, anacrónicas en tiempos: de inmenso desempleo, de introducción de nuevas tecnologías, porque siempre salen otras nuevas, que van haciendo innecesaria la explotación intensiva y extensiva (en el tiempo) de las vidas humanas productivas. Segundo porque imponer obligaciones al común precisaría de un referéndum del común. Si esta y otras grandes leyes tocan directamente el bolsillo de todas las personas, estas, en una verdadera democracia, deberían poder decir algo. Esto de preguntarle al pueblo no parece que le ilusione a las tecnocracias partidarias, salvo cuando toca de depositar el cheque en blanco de la papeleta en la urna correspondiente. Por ello conviene darle una vuelta al primer aspecto del asunto.
Dice el político de turno: -¡Nos quedamos sin dinero para pensiones! -¿Cómo va a sostener el sistema a tan elevado número de pensionistas? Le contesta otro político: -Muy fácil, se reduce el número de ellos aumentando la edad para que puedan convertirse en Pensionista y asunto arreglado-. Porque al aumentar la edad también aumenta la probabilidad de morirse. Así de fácil se parchea una vez más un “sistema” que dejó de funcionar hace tiempo, cual “Timo piramidal”. El Estado, que dicen que “somos todos”, organizó esto de las pensiones de manera que todas las personas trabajadoras tenían que cotizar durante su vida laboral para poder acceder a una pensión en su vejez. Pero como la vejez se alarga en años y años, por un lado, y por otro el número de cotizantes lejos de aumentar, parece que disminuyen, si no se altera su estructura colapsará, de forma que como toda estafa piramidal, los últimos nunca cobraran lo que se les prometió y cuando se les prometió. Y si alguien que comenzó a trabajar con unas expectativas, se las cambia sin su consentimiento, se comete un fraude. Y quienes comenzaron a trabajar hace 10 años o más, ven como se les impone un doble castigo. Primero se le aumenta los años de trabajo y segundo no se le garantiza el valor de su pensión. Ni siquiera el filibusterismo bancario es capaz de tamaña maldad, ya que cuando se compromete con el cliente depositante a la devolución del depósito más el interés pactado, cumplen en virtud del contrato establecido. Pero como los políticos no es que estén más allá de la ley, es que hacen la ley y donde se dice “digo” acaban diciendo “Diego”.Fuente: Rafael Fenoy Rico (Rojo y negro)
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