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18 julio 2021

Cuba, ni embargo ni dictadura comunista, libertad

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La primera vez que estuve en Cuba, fue a mediados de los noventa, cuando todavía se encontraba el régimen bajo las secuelas del llamado «periodo especial». Después del colapso de la Unión Soviética, de la cual dependía económicamente, en gran medida, la isla entró en una etapa de profunda crisis empeorada por el recrudecimiento del bloqueo estadounidense a partir de 1992. 

En 2021, la población, harta de todo tipo de carestías, agravadas por la crisis sanitaria mundial sufrida desde año y medio, está saliendo a las calles a ejercer su legítimo derecho a la protesta. Díaz-Canel, sucesor en el poder a los Castro en el régimen totalitario, sin ninguna vergüenza, ha negado la represión, pero por supuesto ha llamado a defender la «revolución» contra los «opositores». No creo haber defendido nunca el régimen cubano, aunque cuando era (demasiado) joven todavía quería pensar que aquello era algo diferente, no tan cruento y opresivo como otros sistemas comunistas del Este de Europa, y que, todavía, había alguna esperanza a que caminara hacia el socialismo. No tardé mucho en desengañarme y, si queremos hacer una devastadora crítica, la podemos resumir en falta de libertades, ineficacia económica del Estado y ausencia total de gestión por la sociedad civil en todos los ámbitos de la vida, a pesar de la propaganda del régimen.

Sí, la retórica de la Revolución cubana continuará siendo la insistencia en el carácter socialista y emancipador de la misma. No ha habido nunca el menor indicio de ello y convertir en su momento a dicha revolución en subsidiaria y dependiente del «socialismo» soviético debería ser una muestra flagrante en los inicios del fracaso (o de la estafa). En Cuba pude observar la misma explotación y diferencias de clase que en cualquier sistema capitalista, a lo que se une la feroz opresión de un régimen totalitario. El análisis es tan sencillo como que algunos pocos cubanos sí han podido disfrutar de una vida con acceso a todos los beneficios, mientras la inmensa mayoría han vivido en la escasez y así continúan a día de hoy. 

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Los cubanos han sido reprimidos hasta tal punto, que la dependencia de un turismo, hoy inexistente por la pandemia, condujo a un sistema de apartheid en el que no podían disfrutar de las comodidades de aquellos que visitaban la isla. Sí, algunos de los que todavía defienden el régimen aluden a que cualquier turista se ve legitimado para juzgar la tremenda pobreza de la isla sin tener en cuenta el bloqueo yanki ni los logros de la revolución. Las evidencias del fracaso, también moral, son demasiadas y, sí, criminal es el embargo a la isla de Estados Unidos como criminal es el bloqueo al que la clase dirigente cubana somete a su pueblo. Sobre los supuestos logros, de los cuales alarde cualquier sistema por muy represivo que sea, habría que preguntarse el nivel y garantía de los mismos y a qué precio.

Ya a principios de este 2021, y frente a las manifestaciones pacíficas del pueblo, el régimen llevo a cabo normativas para prohibir las concentraciones en un constante replegarse en medidas autoritarias. Mientras, seguimos sin indicios para conducir a la revolución a una verdadera democracia y a un socialismo auténticamente emancipador. Las únicas medidas parecen apuntalar el estado de las cosas y seguir estableciendo un abismo entre la élite y el pueblo. 

Es cierto que hace 15 años, con la desaparición de escena de la férrea mano de Fidel Castro, se llevaron a cabo cierta reformas, como el levantamiento de las prohibiciones más absurdas y el fomento de la iniciativa privada en la economía. Es por eso que hay quien ha querido ver una deriva, sin dejar de momento de ser un sistema tremendamente autoritario, del llamado socialismo, que no es más que capitalismo de Estado, a un capitalismo privado compatible con la dictadura. 

Tal vez, frente a ese fomento de buscar cada uno su propio interés, que no otra cosa es el capitalismo, con capacidad para desarrollarse en todo tipo de regímenes, abiertamente autoritarios o con el maquillaje de la democracia, estas manifestaciones sean una esperanza para articular un movimiento cooperativo y libertario hacia una sociedad más humana. Los libertarios cubanos, que los hay, siguen trabajando por una sociedad autoorganizada, sin explotación, ni acaparación de los recursos, ni imposiciones autoritarias y, por supuesto, cohesionada por la solidaridad. No, no es ser un ingenuo idealista, es ser pragmáticos sin dejar a un lado la moral frente al horror de sistemas elitistas que seguimos viviendo.

Fuente: Juan Cáspar (Acracia)

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