Se acercan unas fechas especialmente emotivas. Por muchas razones. Y aunque muy distintas para cada uno de los mortales, siempre hay inequívocos denominadores en común.
Unas fiestas donde podremos encontrarnos de todo. Desde las efusivas y sinceras alegrías de los reencuentros más esperados y deseados, a las chillonas fanfarrias desafinadas del blanqueo de las palabritas con las que queremos lavar nuestras conciencias. Es decir, la hipocresía más simplista y descafeinada desprovista del menor valor.
Si no te acuerdas de mí durante todo el año, si para ti no existo el resto de las fechas del calendario, si careces de tiempo para dedicarme un saludo, tomarnos un café o una cerveza edulcoradas con algunas palabras o ni siquiera una llamada de teléfono puede tener cabida, entonces, hazme un favor, prefiero que me sigas ignorando en Navidad o cuando las campanadas anuncien un Nuevo Año.
Es un favor que te pido. Que casi te ruego. No me gustan las hipocresías ni los chalaneos fariseicos de que hacen gala tantos durante estas fechas.
Es decir, no me incluyas en el bombeo indiscriminado de mensajitos que me producen náuseas ni me incluyas tampoco en el grupito de aquellos que aceptan tu juego con la mayor naturalidad.
Siempre estaré para quienes me quieren, que son muchos, no necesito de sonrisas de fachada acompañadas de palabras repetidas que denotan además la menor carencia de imaginación y de respeto.
Por favor, no seas hipócrita conmigo esta Navidad.
Fuente: Reflexiones desde mi diván
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