El 22 de noviembre de 1958 nace en Barcelona (Cataluña) el activista anarquista y anarcosindicalista Francisco Javier Cañadas Gascón. Nacido en una familia obrera, su abuelo fue un cenetista que fue alcalde de la FAI en un pueblo de Almería durante la guerra civil, pero su padre, barcelonés, militó en el comunista Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC); su madre, también barcelonesa, era hija de un republicano aragonés y también era comunista.
Con sus padres, visitó anualmente exiliados comunistas en París. En 1973, cuando estudiaba en el instituto, solicitó el ingreso en las Juventudes del PSUC, pero como su padre era responsable de la distribución de propaganda comunista y como el movimiento estudiantil se radicalizaba con fuerza, le denegó la entrada. Después se afilió a las Juventudes Revolucionarias de España (JRE), adscritas al Partido Obrero Revolucionario de España (PORE), de ideología trotskista-leninista, con el desagrado de su padre.
En las JRE militó durante dos años y medio, bajo el nombre de Isaac, participando activamente en la agitación estudiantil. En febrero de 1976 fue detenido, con otros tres compañeros, por participar en un piquete durante una huelga estudiantil, pero salió en libertad provisional tras pagar una fianza; a finales de este año abandonó la militancia trotskista.
Después participó en el Ateneu Popular de Nou Barris y en varios comités de apoyo para la amnistía y en los Comités de Apoyo a Empresas en Conflicto, haciendo costado en las luchas de Seat, Olivetti, Maquinista, Roca Radiadores, etc. Como trabajador de electricista, en marzo de 1977, se afilió al Sindicato del Metal de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
Procesado por el «Caso Scala» con otros compañeros, fue condenado a 17 años de prisión, que purgó en las penitenciarías de Carabanchel, Toledo y Segovia. Tras cumplir ocho años de prisión, salió en libertad condicional. En abril de 1997 dio una conferencia en Córdoba sobre el "Caso Scala". A partir de 2000 empezó a participar en el grupo libertario barcelonés "Semilla de Anarquía" y ese mismo año publicó el libro de memorias "Entremuros”. Las Prisiones en la transición democrática". En 2003 hizo una conferencia en Sallent. En enero de 2008 publicó "El Caso Scala. Terrorismo de Estado y algo más".Caso Scala
Fue un tortuoso proceso judicial contra varios jóvenes anarquistas durante los años convulsos de la Transición. Se abrió la cacería contra el movimiento libertario mientras los acusados señalaban las incongruencias de la versión oficial y apuntaban a la mano negra de los servicios secretos.
El 15 de enero de 1978, alrededor de quince mil personas se manifiestan en Barcelona convocadas por la CNT para protestar contra los Pactos de la Moncloa. La marcha recorre la Avenida del Paral·lel (por entonces Marqués del Duero) y se disuelve a la una de la tarde en la Plaza de España. A la una y cuarto comienza a arder la sala Scala.
Inaugurado en 1973, aquel local de los hermanos Antonio y Ramón Riba ofrecía un restaurante con espectáculos de revista y un espacio festivo donde se divertía la gente bien de Barcelona. Los periódicos sostienen en un primer momento que cinco jóvenes han arrojado cócteles molotov contra la fachada y el fuego ha derrumbado las siete plantas del edificio. Cuatro trabajadores de la sala mueren en el incendio. Se llaman Ramón Egea, Juan López, Diego Montoro y Bernabé Bravo.
En el juicio contra los seis anarquistas, el juez condena a 17 años de prisión a Xavier Cañadas, Arturo Palma y José Cuevas. A Luis Muñoz y María Rosa López les impone penas menores y absuelve a María del Pilar Álvarez. En la segunda parte del juicio, Joaquín Gambín obtiene una condena de siete años de prisión menor por la elaboración de seis cócteles molotov.Ninguna de las dos sentencias involucra al Estado ni toman en consideración las protestas de la CNT, que apuntaba al ministro Rodolfo Martín Villa.
Cuarenta años después, es inevitable recuperar algunas incertidumbres. La duda de que unos cócteles molotov pudieran desatar un incendio de tamañas dimensiones. Los testimonios de que el edificio había comenzado a arder por el extremo opuesto a la fachada atacada. La noticia de que los bomberos habían hallado material militar inflamable dentro de la sala. La inmediata localización y detención de los sospechosos gracias a una delación.
Cuarenta años después, en definitiva, desconocemos el verdadero protagonismo del Estado en una operación que acarreó la muerte de cuatro trabajadores, el encarcelamiento de varios jóvenes activistas y una campaña de desprestigio feroz contra el pujante movimiento anarquista.
Fuente: Estel Negre y Diario Público
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