Albert Libertad tiene un lugar destacado entre los que han contribuido al desarrollo de las ideas libertarias, y no sólo por sus escritos, plenos de agudeza y apuntando siempre al meollo de los problemas, sino también por el ejemplo de su propia existencia. La brevedad de su vida no le permitió participar como hubiera podido y querido en el progreso teórico del anarquismo, pero de continuo la vemos orientada al objetivo claro de denunciar la ignominia de todos los que cooperan para que este mundo sea un lugar insoportable. No se recató Albert Libertad de apostrofar con contundencia tanto a los que explotan como a los que consienten. En la senda de Étienne de La Boétie a estos últimos va dirigido su frase más terrible y que de alguna forma resume su pensamiento: “El criminal es el elector”.
Nacido en Burdeos el 24 de noviembre de 1875, de padres desconocidos y criado en el hospicio. Tras estudiar en el liceo de la ciudad, comienza a trabajar como contable, pero con veintiún años emprende un viaje a pie hacia la capital de la república, hazaña notable pues hemos de decir que a resultas de una enfermedad infantil, Albert era cojo de las dos piernas y tenía que usar muletas para caminar. En París destaca enseguida como irreductible propagandista de la anarquía y fustigador de los poderosos con su lengua afilada y su voz estentórea que no duda en usar a la menor ocasión. Así lo hace por ejemplo en la basílica del Sacre Coeur en agosto de 1897, lo que lo lleva unos meses a la cárcel.Trabaja como corrector de pruebas para ganarse el pan y pronto es uno de los más conocidos polemistas de la idea libertaria, colaborando en los medios de esa tendencia con sus artículos. En 1902, pone en marcha con otros compañeros unas Causeries populaires, charlas populares para aprender y discutir en sesiones públicas de arte, ciencia, historia y el encaje de todo ello con el horizonte de un mundo sin explotación. En 1905 ve la luz el semanario "L’anarchie", que se convierte en órgano escrito principal del anarquismo individualista de gentes como el joven Victor Serge, Émile Armand y otros, que predicaban una dimensión de la revolución hacia el interior de los individuos como premisa y complemento de cualquier otra. Albert Libertad muere en París el 12 de noviembre de 1908.La muerte de Albert Libertad en el hospital parisino de Lariboisière cuando estaba a punto de cumplir treinta y tres años está rodeada de misterio, y no sería extraño que la enfermedad a la que culpa el relato oficial fuera una mentira urdida por los que tenían un interés enorme en hacerlo desaparecer, los mismos que lo vigilaban continuamente y le hacían la vida imposible. La lucidez de Albert Libertad y su desgarradora capacidad para poner en evidencia el cruel engaño sobre el que se cimenta el orden social lo hacían un candidato demasiado idóneo para una ejecución extrajudicial. Sus ojos vieron como pocos han sabido ver esa infame complicidad de los explotados en su propia explotación y su voz la denunció con una contundencia que no se ha oído a menudo. “La resignación es la muerte, la rebelión es la vida”. Contra los pastores, contra los rebaños rescata esa voz ante un escenario de miseria moral que en poco se diferencia del de la Francia de hace un siglo.
Fuente: Jesús Aller
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