El Gallego Soto, uno de los grandes de La Patagonia Rebelde. El 11 de mayo de 1963 falleció en Punta Arenas, a los 65 años de edad, Antonio Soto Canalejo. De tendencia anarcosindicalista, fue secretario general de la Sociedad Obrera de Río Gallegos, y uno de los máximos dirigentes de las heroicas huelgas de los trabajadores rurales en la Patagonia en 1921, que terminaron con 1.500 obreros fusilados por el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen.
El Gallego Soto nació el 8 de octubre de 1897 en la ciudad de Ferrol, en el norte de España, donde la pobreza lo obligó a tomar un barco hacia América, como tantos otros obreros y obreras en aquella época, en busca de trabajo y de una vida mejor. A los 17 años llegó a Buenos Aires, en tiempos en que la capital del país estaba en medio de manifestaciones obreras y decenas de movimientos que incitaban a la lucha. Luego de la Revolución Rusa de 1917, Soto se alinea al sector bolchevique.
Llegado a la Patagonia, enseguida se sublevó al ver las miserables condiciones de trabajo de los peones de las estancias y fue, junto a los chilenos Roberto Triviño Cárcamo y José Luis Descouvieres Mansilla y a los argentinos José Font alias “Facón Grande” y Albino Argüelles, el organizador de las famosas huelgas rurales de Santa Cruz.
En enero de 1920 se desata una verdadera rebelión obrera y popular en la ciudad de Trelew, Chubut. Todo comienza con una huelga de empleados de comercio a la que se adhiere casi toda la población, en contra del gobernador, la policía y los grandes comerciantes. Antonio Soto aparece arengando a la gente y apoyando a los trabajadores en huelga. Esa actitud le valió su detención y expulsión del territorio chubutense.
Poco después llegará a Río Gallegos. El clima obrero que reina en la capital santacruceña lo atrae. Antes y después de las funciones teatrales concurre al local de la Sociedad Obrera. Allí escuchará al asesor, doctor José María Borrero, quien era un orador que cautivaba al auditorio. Borrero lo alienta a quedarse e integrar el sindicato; él se ha dado cuenta de que Soto es un hombre de lucha, que tiene preparación ideológica y que sabe expresarse bien en las asambleas. Soto abandona la compañía teatral y se radica en la Patagonia. Se inscribe como estibador para trabajar en el puerto (“trabajador de playa”).
El 24 de mayo de 1920 es elegido secretario general de la Sociedad Obrera de Río Gallegos. En julio de ese año la Sociedad Obrera, en acuerdo con todos los sindicatos de las otras ciudades santacruceñas, declara la huelga del personal de hoteles de todo el territorio y del personal de playa de los puertos. Piden mejoras salariales. En el sector de playa se pierde la huelga; en cambio, el gremio de mozos, peones y cocineros de hoteles, continúan.El 9 de julio de 1921, en el Hotel Español, se celebraba un banquete lleno de burgueses para recordar la fecha patria, a la cual los obreros venidos de todas partes del mundo eran completamente ajenos. El cocinero, el gallego Antonio Paris, perteneciente a la Asociación Obrera, le comunican que entre los comensales se encontraba Manuel Fernández (de la firma Varela Fernández) una empresa boicoteada por el Gallego Soto, que estaba en medio de conflicto por condiciones de trabajo. Paris reúne a los mozos, y en nombre de la organización prohíbe que le sirvan la cena: los que esperaban la cena consideran una ofensa a la patria la actitud del personal, quienes deben servirse ellos mismos la comida. Luego de este hecho, la policía encierra a Paris y clausura el local sindical. El 24 de octubre de 1921 se declara la huelga general. En Buenos Aires, el presidente Yrigoyen le pide a su amigo, el Teniente Coronel Varela, que se haga cargo de la represión en la Patagonia: en menos de una semana más de 300 hombres sublevan la región del sudeste de Santa Cruz.
El 6 y 7 de diciembre, los militares se encuentran en la puerta de la estancia "La Anita". Los trabajadores se reúnen en una asamblea, en la que el chileno Juan Farina propone terminar con la huelga y negociar con los militares. La otra postura la da el alemán Pablo Schultz, quien dice que la única forma de ganar es seguir peleando. Soto propone que se envíen dos hombres con bandera blanca hasta donde están las tropas y que pidan condiciones al jefe militar: dos chilenos son los designados quienes al llegar al lugar son automáticamente fusilados.
Los militares envían a tres soldados con bandera blanca que les comunican a los rebeldes que lo único que les ofrece el Ejército es la rendición incondicional a cambio de que se los respetara y se los tratara bien. Nuevamente hay dos posiciones: la de Farina, que quiere aceptar la propuesta militar, y la de Schultz, más que nunca dispuesto a pelar. "Os fusilarán a todos, nadie va a quedar con vida, huyamos compañeros, sigamos la huelga indefinidamente hasta que triunfemos. No confiéis en los militares, son cobardes por excelencia, son resentidos porque están obligados a vestir el uniforme y a obedecer toda su vida. No saben lo que es el trabajo, odian a todo aquel con libertad de pensamiento (...) No os entreguéis", son las enérgicas palabras de Soto.
Se vota en la asamblea y gana la posición de Farina. Shultz dice que no coincide con la decisión, pero que la acata. Soto se niega y responde: "No soy carne para tirar a los perros. Si es para pelear me quedo, pero los compañeros no quieren pelear". A Soto lo siguen doce huelguistas más, y huyen a caballo hacia la cordillera. Los huelguistas rendidos fueron humillados, torturados y fusilados.
Derrotado el movimiento en diciembre de 1921, se negó a entregarse puesto que sabía que el ejército, siguiendo instrucciones de los grandes terratenientes, iba a realizar una matanza de peones para que sirviera de escarmiento. Y así fue, dejando sentado en Argentina una de las mayores matanzas de obreros revolucionarios.
Se instaló en Punta Arenas regentando una casa de huéspedes, sin renunciar jamás a sus ideas proletarias. Una pequeña placa en el cementerio de Punta Arenas y una modesta calle en su localidad natal recuerdan su gesta. En su lugar de nacimiento, Ferrol, España, una calle lleva su nombre. En La Coruña, Galicia, hay una fuente de casi 100 años de antigüedad en su nombre.
Los trabajadores tenemos que aprender y sacar lecciones de las grandes hazañas y experiencias que realizó la clase obrera que, en Argentina, se formó al calor de las primeras organizaciones obreras de la región con miles de proletarios venidos de Europa y otros continentes. Estos obreros que vinieron a buscar trabajo a nuestras tierras traían una rica experiencia de lucha y organización en el viejo mundo. El Gallego Antonio Soto, uno de los grandes del movimiento obrero.
Fuente: Federico Puy (Izquierda diario)
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